El otro día escuchaba a un político con responsabilidad en el gobierno, (tenemos político s que no tienen responsabilidades) decir que “la derecha no respeta a este gobierno por ser de izquierdas”. Esta afirmación resulta ser tan machacona y falsa que por repetirla no se transforma en verdad. La ciudadanía siempre en este país ha respetado los resultados electorales, la ciudadanía se mueve electoralmente y unas veces vota derecha o más derecha y otras veces vota izquierda o más izquierda, sino sería impensable que los gobiernos y los resultados electorales cambiaran. La sociedad española ha respetado y ha admirado gobiernos socialistas desde 1982 hasta 1996 pese a que a inicios de los 90 la corrupción socialista ya dañaba todas las instituciones. Tras el periodo de Aznar, 1996/2004, los ciudadanos volvieron a votar PSOE, sería el turno de las dos legislaturas de Zapatero con apoyos de otras fuerzas políticas como IU además de los partidos nacionalistas. Tuvimos gobierno de izquierdas desde 2004 hasta diciembre de 2011.
Pero la situación de crispación y polarización que se está viviendo en los últimos meses no tiene parangón en nuestra democracia. Este gobierno se está cuestionando no porque sea de izquierdas sino por cómo está rompiendo consensos que nos han permitido vivir en paz desde la Constitución hasta ahora. Este gobierno está siendo discutido también porque su presidente no tiene 202 diputados, sino sólo 120 y pese a todas las fuerzas que le acompañan, nunca antes un presidente había tenido tan poco apoyo para que pretenda cambiar el entramado de nuestro sistema político por la fuerza, sin modificar la constitución y atropellando derechos fundamentales por el camino. Ahí, es donde radica su falta de legitimidad para ese proyecto, ahí es donde empieza la preocupación de muchos ciudadanos.
Este gobierno está llevando un paso peligroso hacia la deriva autoritaria y eso es lo que se critica por muchos ciudadanos comprometidos que no se ubican ideológicamente en la derecha. Tampoco cierta izquierda se siente representada. Hace unos meses, un centenar de catedráticos, abogados y asociaciones “progresistas” denunciaron la deriva poco respetuosa con los valores democráticos del gobierno.
También hace unos días, más de 350 personalidades entre ex políticos de todos los partidos, escritores, ex -parlamentarios, empresarios suscribían otro manifiesto pidiendo respeto a las instituciones y solicitando al gobierno que se centre en la crisis sanitaria.
Pablo Casado y Pablo Iglesias. Foto: EFE
Yo explico al alumnado universitario la Transición política española y la Ley para la Reforma Política como el instrumento jurídico-político que favoreció el tránsito hacia un modelo democrático. Nuestra transición fue un ejemplo para el asentamiento de modelos democráticos en otros países. Pero las transiciones son bi-direccionales. Pueden ocasionar el tránsito de un modelo autoritario a un modelo democrático y al revés, se puede pasar de un modelo democrático a otro autoritario.
Las transiciones políticas también son graduales. Venezuela no se convirtió en autoritaria de la noche a la mañana. Su presidente Chávez empezó cambiando la Constitución para gobernar indefinidamente, otorgándose más atribuciones y después, poco a poco se fue asentando el modelo autoritario.
En toda transición existen unas fases claves (Rustow,1970), un momento de crisis del régimen que es el que origina el inicio del proceso, un cambio de paradigma de legitimidad y la eliminación del personal político y la simbología anterior.
Si lo trasladamos a la situación política de hoy, no hay duda que el momento inicial y fundamental del proceso actual es la crisis sanitaria provocada por la Covid.19,
El segundo elemento (cambio de paradigma de legitimidad) es la insistencia desde el gobierno, de abrir un debate sobre la Jefatura de Estado que no estaba en la sociedad. Aunque sea un vicepresidente con moño el que insista en atacar al Rey, al que por cierto ha prometido lealtad sobre la Constitución, todo el gobierno, y sobre todo su Presidente, es responsable de erosionar a la Corona. El tercer elemento en cualquier transición pasa por la supresión de la simbología y el personal político inmediatamente anterior. Esto lo llevan fraguando desde hace tiempo poniendo en el contexto actual hechos acaecidos hace más de cincuenta años, con la ley de memoria democrática, la exhumación de Franco. Hace poco, Pablo Iglesias le espetaba a Pablo Casado “ustedes no van a volver a gobernar en España”. A ello, sumen los indultos que se está preparando para los condenados catalanes que quebrantaron el orden constitucional.
Añadan a estos factores el pretendido cambio de modelo de Consejo General del Poder Judicial que rompe el principio más básico de independencia judicial, el manejo del CIS por Tezanos, o el control descarado de Radio Televisión española (y criticaban a Urdaci en su día). Decía Javier Marías hace poco “la Televisión pública obedece al Gobierno con más servilismo que nunca".
Ahora lo que procede es solventar la crisis sanitaria, evitar más muertes y recuperar la economía. Eso es lo que a un gobierno sensato le debiera preocupar y no otra cosa.
La ministra Calvo el otro día amparaba todas estas estrategias en que el Congreso es soberano. Pero existe un concepto esencial en el derecho constitucional que es la distinción entre poder constituyente y poder constituido. El parlamento es poder constituido y tiene un recorrido configurado en la Constitución. Acotado por el constituyente. Será el pueblo español convocado en un nuevo proceso constituyente el que delimite y configure los poderes constituidos nuevamente. Todo lo demás son excesos autoritarios para los que el Gobierno no está autorizado por el pueblo español en nuestro modelo democrático.
Artículo publicado en el diario Alicante Plaza el día 25/10/20