El maldito virus y el modo de enfrentarnos a él, está polarizando nuestra sociedad. No sé si ustedes lo perciben así, pero yo cada vez veo mas crispación en el ambiente y lo noto en las relaciones interpersonales y no sólo en las redes sociales. Hay dos gafas distintas para ver las cosas, una es la de quienes aplauden todo lo que hace el Gobierno, sin ningún tipo de crítica, todo está bien hecho y consideran que la oposición no lo haría mejor. La otra versión, es la de quienes dicen estar hartos de tanta incompetencia, tanto error, tanto abuso del estado de alarma, tanto cambiar de parecer y tanta rectificación.
El miedo al coronavirus está ahogando nuestra libertad. Ha vuelto a emerger en viejo dilema entre seguridad y libertad. La falta de libertad o la adopción de medidas restrictivas de movimiento a favor de una mayor seguridad en nuestra salud puede compensar. Sin embargo, las dudas emergen cuando el estado es incapaz de asegurarte la seguridad (sanitaria en este caso). La obligatoriedad del uso de la mascarilla desde la mitad de la semana es la única medida “protectora” nueva que ha adoptado el gobierno desde que decretó el estado de alarma que entró en vigor hace más de dos meses. Las provincias que estamos en la fase 1 hemos notado algo más de alivio al poder retomar algunos hábitos muy nuestros como tomar un café en una terraza. Pero nada ha cambiado desde marzo para que ahora no tengamos riesgo de contagiarnos. No conozco a una sola persona a quién se le hayan hecho un test.
El virus existe igual, no ha desaparecido, lo único es que ahora las estadísticas ya no te dan cifras de centenares de muertos diarios. Entonces ¿para qué continuar con el estado de alarma? El riesgo seguirá hasta que no exista vacuna. Ese empeño en tenernos “controlados” es lo que muchos ciudadanos no comparten. Y no sólo se trata de la continuidad del estado de alarma sino también lo que ello comporta. Es el efecto psicológico de la obediencia legal que impone y el cambio de hábitos que la prolongación del confinamiento provoca. El teletrabajo, los tele-deberes, la conexión continúa a la red, el paseo a las horas que te indican y los lugares por donde ellos dicen, el temor a juntarnos, el desconocimiento ciudadano de lo que se puede o no se puede hacer sin ser multado. Precisamente la certeza de las normas no ha sido el baluarte de este gobierno. Hay que leer las publicaciones jurídicas en el BOE los sábados por la noche. Demuestra improvisación y casi mala fe ¿Cómo quieren que el lunes siguiente los comercios, la hostelería, los pequeños negocios abran al público sin temor a ser sancionados? ¡No siempre hay un abogado en casa!
Hay inseguridad jurídica, incertidumbre económica y alerta sanitaria. El miedo al bicho y la prolongación del estado de alarma nos está enfrentando.
Ahora se aprecia visiblemente los que hacen caso ciego al Gobierno frente a los que empiezan a protestar. Los que obedecen frente a los que no. Los temerosos al virus frente a quienes están dejando de temerle.
Los que quieren reflotar cuanto antes el turismo frente a los que dicen que nuestro modelo de turismo no aporta valor añadido.
Los que aprovechan para legislar sobre otras cosas que nada tiene que ver con la pandemia frente a los que critican este exceso legislativo que nada tiene que ver con el coronavirus.
Los que quieren más tiempo de confinamiento porque se sienten más seguros frente a los que proclaman libertad.
Los que quieren subir los impuestos a las grandes empresas frente a los que dicen que esta medida no generará riqueza.
Los que avisan de un futuro rescate que hará que lo pasemos muy mal frente a los que dicen que se está haciendo las cosas mejor que en la crisis del 2008.
Los que montan caceroladas al Rey frente a quienes las montan contra el Gobierno.
Los que quieren manifestarse, frente a quienes prohíben que te manifiestes.
Esta crisis de la covid-19 nos está enfrentando a todos. La vida como casi antes o la muerte en vida. Ese es el dilema, con muy poco margen para las tonalidades grises.
Fue publicado el día 24 de Mayo de 2020, en el diario Valencia Plaza